jueves, 4 de noviembre de 2010

Pensando en voz alta

"Si el pasado captura nuestra atención, entonces el presente se escapará de nuestras manos"- Charles Dickens.

Reflexionando esta frase, podemos encontrar la raíz de muchas problemáticas que el país ha enfrentado a través de los tiempos. La manera en que cada uno de los mexicanos se ha aferrado al pasado, a la identidad del país y se ha visto cegado ante el futuro. A menudo se justifica lo que está pasando en el presente con lo que sucedió en el pasado, se trata de que cada acción que se realice en México vaya de acuerdo a las raíces mexicanas sin romper costumbres, tradiciones ni mucho menos hechos históricos.

Nuestro país ha ido arrastrando 200 años de historia, México está en todas partes, el pasado nos llena de significado, identidad e historia que nos ciegan de los grandes retos que como ciudadanos tenemos que enfrentar.

Toda esa historia que el país ha atravesado nos ha llevado a donde estamos ahora, un país de monopolios,  en donde hay un capitalismo de cómplices en donde se protegen los privilegios de algunos cuantos mientras el resto de los mexicanos se encuentran en la pobreza o camino a ella. Un país en donde no se busca el cambio, si no mantenerse tal y como está, perjudicando a muchos y beneficiando a pocos.

Los mexicanos vivimos día con día elogiando nuestro pasado, pero nunca miramos para adelante, en el momento en que descubriríamos a donde nos ha llevado este pasado; un lugar en donde existen reformas débiles que buscan el beneficio de algunos, un lugar en donde la información se maneja únicamente por un duopolio de televisoras y, por si fuera poco, un país en donde su gobierno permite que los ciudadanos sean exprimidos por estos grupos hegemónicos en lugar de protegerlos contra ellos.

Lo que México tiene que hacer para cambiar esto es precisamente una revolución, en donde los ciudadanos dejen de resguardarse de su pasado, reconozcan lo mucho que hay por hacer y formen una verdadera sociedad civil, en donde se haga notar la verdadera democracia, donde todos y cada uno de los ciudadanos participen para sacudir al país, liberarlo y obligarlo a ser un nuevo México, aunque esto implique que seamos traidores a la patria, entonces lo seremos.

Los nuevos retos en México son el evitar la violación de los derechos humanos, responder a la demanda social, la participación de los excluidos, respeto al pluralismo, porque sin Derechos Humanos, no hay ciudadanía, sin ciudadanía no hay democracia y, existe una falla que tiene como consecuencia problemas económicos, ambientales, políticos, etc.
Los sucesos que pasan ahora nos remontan al bicentenario pero como una época de exigencias y cambio.

 México será pues, un país nuevo en donde exista la competencia y oportunidades de crecer para todos, en donde se produzcan mejores productos debido a esta competencia. En donde cada ciudadano entienda sus derechos y los haga valer.

“La cultura mexicana es buena pero debemos ver lo que se puede llegar a ser”- Octavio Paz-
Reflexionando esta frase de Octavio Paz, podemos concluir que nuestro país puede seguir siendo explotado, pero ahora de manera positiva, para así llegar a ser un mejor país, en donde todos seamos iguales, en donde los cambios sean positivos y que estos cambios nos ayuden a mejorar. No hay que conformarnos ni entristecernos por lo que ahora es nuestro México sino, buscar las “áreas de oportunidad” que se tienen para actuar sobre ellas.

Es pues, por todas estas razones que creo que nuestro país debería de desprenderse de su pasado, para así conseguir un mejor futuro, después de todo la evolución siempre ha sido buena y sobre todo necesaria. El bicentenario ya pasó, ahora vamos por el nuevo y verdadero cambio, la evolución de nuestro país.


Telenovelas de la vida real

Somos una población educada a través de la televisión. La imagen que los mexicanos tienen de su país es la ofrecida por el duopolio televisivo mexicano, el cual ofrece una programación con bajo nivel de calidad y crítica nula.

Estas dos televisoras tienen un poder que supera al de la Universidad Nacional Autónoma de México, ya que cuentan con 20 veces más recursos que ella, según lo publicado por Jenaro Villamil en “La televisión que nos gobierna”. A través de éstas cifras podemos calcular la capacidad de influencia que tienen en la formación de la sociedad, sobre todo en los adolescentes y niños.

En promedio un niño mexicano ve 3 horas diarias de televisión, aproximadamente la mitad de su jornada escolar; lo que le da un poder de transmisión ideológica al canal televisivo aún mayor que la que posee la Secretaría de Educación. El poder principal radica en la calidad de la programación; según el documental “Teledictadura” del canal 6 de julio,  al cumplir 10 años habrá sido testigo de aproximadamente 12,000 hechos violentos, ya sean reales o representados.

Las telenovelas reinan dentro de las programaciones de las dos grandes empresas televisivas del país, convirtiéndolas en un producto representativo de los medios de comunicación mexicanos a nivel internacional. Estos programas ofrecen una imagen de un país que no coincide con México y a través de ellos se difunden las posiciones más convenientes para las empresas.

Basta con repasar la clásica historia dentro de las telenovelas: una muchacha de nivel socioeconómico bajo que se enamora de un joven guapo y apuesto, se casan y sorpresivamente ella hereda una fortuna, así viven ricos y felices para siempre.  Si lo comparamos con la realidad, donde más de la mitad de la población mexicana es pobre y siendo uno de los países con mayor desigualdad social y económica, las probabilidades de que esto pase son casi nulas.

El país en el que vivimos es el 108 de 144 en el índice Global de la Paz, se considera más violento que Ruanda o el Congo; en este año suman más de 6 mil muertos por el narcotráfico; contamos con niveles educativos similares a países como Somalia o Pakistán; desde el 2006 el salario mínimo sólo permite la compra de aproximadamente el 10% de la canasta básica.

Esta es la realidad, situación que no se representa en las telenovelas y demás programas de televisión.